Del libro “La guerra y el soñador”, un libro que abarca el tema de la guerra y los niños, como los afecta en sus costumbres, en sus juegos, en sus sueños… hoy les presento el segundo capítulo:

  

2.- Los Demonios.

 

Desde pequeño su padre le había contado cuentos sobre la “gente del otro lado” Hombres sin corazón, despiadados y capaces de cualquier maldad con tal de conseguir sus objetivos. Seres sin conciencia, sin sentimientos, sin temor a la muerte, sin temor a matar… parecía que el único tópico de conversación que existía en la ciudad giraba en torno a los “seres del otro lado del muro”. En la casa,  en el colegio, de lo único que hablaba con sus compañeros era sobre ellos y todos los cuentos infantiles
se habían adaptado de acuerdo a esto; entonces si un niño no quería comer la comida, en vez de el “viejo de la bolsa”, quién vendría a buscarlo para llevárselo era el “el viejo del otro lado del muro”, en vez de “caperucita y el lobo” era “caperucita y el demonio del otro lado del muro” El clásico infantil “Humpty Dumpty” se había adaptado a “El huevo duro que cayó al otro lado del muro y fue comido por los demonios” También había una adaptación de “Peter Pan y el Mundo de Nunca Jamás” que para los chicos de Rael era “Peter Pan se fue al otro lado del muro y no vuelve Nunca Jamás” El único libro cuyo título no había sido modificado era el promocionado “La bella y la bestia”, que mantenía su nombre original aunque se había modificado sí su contenido y la bella terminaba siendo devorada por la bestia del otro lado del muro.

Era como si todas las cosas malas que sucedían en la ciudad fueran culpa de estos seres malignos, y en las maldiciones siempre se hacía alguna referencia al respecto. En Rael no se mandaba a nadie a freír patatas si no que se los mandaba a freír demonios, y cuando alguien quería realmente lastimar a otro insultándolo, seguramente le dijera ¡tu madre es una hembra del otro lado del muro! Y así decenas de maldiciones.

Cuando hacía un calor sofocante era por culpa de éstos odiados seres y si llovía demasiado y se producían inundaciones también a ellos se les adjudicaba tamaña catástrofe natural.

Khuno no estaba seguro de que todo lo malo que sucedía en Rael fuera culpa de los seres del otro lado del muro, pero aun así, y pese a su corta edad, los odiaba con todo su ser. Pese a todos los cuentos e historias, le costaba creer que éstos seres miserables y deformes, tuviera poderes sobre el sol o las nubes, pero sí tenía muy claro que los seres del otro lado del muro había sido los causantes de la muerte de su madre. Esos seres bestiales y sin corazón, habían destrozado su vida, acribillando sin piedad al ser que más quería sobre la faz de la tierra mientras colgaba la ropa recién lavada en el fondo de la casa. Sabía que eran los causantes de casi todas las muertes que sucedían en la ciudad.


Ese mismo odio era el que le daba el valor para enfrentar el miedo que le transmitían y transformar esos monstruos del otro lado en muñecos de trapo a los que soñaba golpear y destrozar. Sabía también que sería ese mismo odio el que le daría la fuerza para enfrentarlos y destruirlos cuando llegase a la edad de combate, dentro de otros ocho años, cuando cumpla los dieciséis… En ese momento estaría maduro para empuñar un arma e ir a combate. En ese momento dejaría de ser un niño para transformarse en un hombre…

Ocho años más… con dieciséis, los jóvenes Raelianos eran convocados a hacer el servicio militar y si bien no quería decir que fuesen a combatir inmediatamente, significaba que serían la reserva del ejército en caso de que ocurriera una eventual invasión del enemigo, cosa que no sucedía desde hacía ya dos años. Pero sí significaba entrenar y aprender las reglas de la guerra, aprender a manejar un fusil y llegado el caso, a utilizarlo.

Ahí estaba entonces Khuno, en la salida de la grieta al otro lado del muro, el lugar maldecido y temido era ahora el lugar a dónde estaba por entrar. ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Y si era verdad que una vez que se entraba a aquel lugar ya nunca se volvería a salir? ¿Y si lo atrapaban los seres deformes que se decía allí vivían? ¿Cómo serían? Se los había imaginado muy grandes y gordos, con los pelos todos desordenados, y grandes dientes que aparecían entre unos gruesos labios partidos. Las orejas sucias y exageradamente separadas de la cabeza, una nariz muy grande y de cuyas fosas nasales emergían unos desagradables pelos negros, gruesos y duros, los ojos hundidos, negros y pequeños, y a medio abrir, una única y tupida ceja y en general cubiertos de granos, lunares encarnados y puntos negros, embebidos por un aceitoso y fétido sudor. ¿Cómo serían realmente? Nunca habían logrado ponerse de acuerdo entre los amigos con respecto a este tema y cada uno se los imaginaba de una manera distinta. A menudo jugaban concursos de dibujo cuyo tema era dibujar a esos maldecidos vecinos. ¡Qué curiosidad sentía! ¿Era la pelota la causa real de su osadía o una simple excusa para satisfacer su curiosidad?

- ¡Qué importa! Cualquier razón es válida y aprovecho para matar dos demonios de un solo tiro (el dicho original es dos pájaros de un tiro, pero también éste está adaptado) –dijo en vos alta y sin dudar más, salió al exterior.

- ¿Qué es esto? –dijo mientras miraba alrededor. –Aquí también hay una franja descampada y también está yerma y llena de cráteres. Y las casas también se hayan retiradas. Son casas mucho más pobres que las nuestras, pero de igual tamaño –relataba sin darse cuenta que lo hacía en voz alta. - ¡Y están mucho más destruidas! –pensó. –No hay árboles por ningún lado, debe de hacer mucho calor aquí, mucho más que de mi lado…

- ¿Qué hay de la gente? –continuó conversando consigo mismo. -No se ve a nadie de este lado, seguramente, al igual que de mi lado, la gente le da la espalda al muro y la vida transcurra hacia el otro lado de las viviendas… ¡Qué decepción! No voy a saber cómo son los malditos demonios… No, de aquí no me voy sin verlos…, aunque tenga que meterme a una casa. Pero antes mejor voy a buscar mi pelota, con tanto cráter no me va a ser fácil encontrarla –y comenzó a caminar.

Y no le iba a resultar nada fácil encontrar su pelota, no tenía ninguna referencia que le indicara por dónde había caído, ni qué tan lejos habría llegado. Pero eso no iba a detenerlo…

 

 

¡Espero que te haya gustado!!!

Si así fue, te agradezco lo compartas en tus redes...

Y si quieres..., sólo si quieres..., ¡por favooor!!! puedes seguirme seleccionando el botón celeste de arriba, junto a todas las caritas... 

¡Graciaaaaas!!!!

Y para que vean que me le animo a todo… ¡acá va un poema!!! Totalmente inédito para “Mis obras al mundo” Serás el primero en leerlo…

 


Poema de un padre a su hijo

 

Hijo bueno, hijo amado,

en mis brazos te tomé,

desde entonces has cambiado,

la vida que imaginé.

 

No importa si no eres rubio,

o si ni tus ojos verdes son.

¿Qué importa si no eres alto,

o si te ves un poco panzón?

 

Quién cuestione tu tez oscura,

o tu forma de parar,

no conoce de desvelos,

ni tesoros para dar.

 

Yo te ofrezco mis abrazos,

mis canciones y mi amor,

en tus penas mis insomnios,

y en tus miedos mi valor.

 

No pienses en lo difícil,

del camino que hay que andar,

ya te iré yo enseñando,

con pasos firmes a caminar

 

Y si en mi vientre no te tuve,

ni grité al darte a luz,

el amor que hoy te tengo,

se asemeja al de la cruz.



!Espero que te haya gustado!!! 

Deja tus comentarios y compártelo en tus redes...

Y si quieres seguir siendo el primero en leer mis obras, sígueme apretando el botoncito de arriba a la derecha..., donde están todas esas caritas tán simpáticas.

¡¡Graciaaaaaassss!!!! 

 

  

 

Este cuento, “El embalse maldito” al igual que casi todos mis cuentos tiene una base en hechos reales… Así que, tengan mucho cuidado la próxima vez que vayan a bañarse a una represa, embalse, o como quieran llamarle… no sea cosa de que se trate del mismo lugar del cuento…

Del libro: Terror en el fogón.

Capítulo 1

“El embalse maldito”

El calor era sofocante a pesar de la abundante vegetación, de la cercanía de un gran embalse de agua, y del hecho de que ya estaba bastante entrada la tarde... Los dos hombres habían elegido la sombra de una gran acacia para conversar al abrigo del sol. No había nada en común entre ellos dos. Uno parecía un irlandés, de pelo corto colorado que le había ganado el mote de “cabeza de fósforo” entre sus conocidos, llevaba una bermuda de playa verde y amarilla y una sudadera azul con vivos grises. Tenía los brazos, las piernas y toda la cara roja a causa de una excesiva exposición al astro de fuego que había reinado libremente los últimos días, sin quién cuestionara su soberanía en el firmamento…

El otro era lo opuesto completamente: un hombre curtido, de pelo largo bien blanco, la cara cuajada por el sol. Su piel se parecía más al cuero de un animal salvaje, que a la piel de un ser humano. Y de bermuda, nada… estaba vestido de pies a cabeza, llevaba el atuendo de un hombre de campo, de un gaucho de tierra adentro: botas de cuero de caballo, bombacha de campo con cinturón de monedas ladeado hacia la izquierda al cual se ajustaba, en la espalda, el infaltable facón… Una camisa remangada, que supo ser blanca cuando colgaba en la vidriera de una tienda de pueblo, y el típico sombrero. En su labio inferior bailaba alegre un cigarro de chala que prendía y apagaba varias veces antes de terminarlo.

 

-¿Y de ande dice que vienen? –preguntó el gaucho mientras apagaba el pucho con sus dedos (que más se parecían a un apretuje de morcillas) sin quemarse.

-Somos de un colegio de la capital. Vinimos de campamento de fin de curso –contestó el pelirrojo que más que a un fósforo, gracias a la quemazón de todo su cuerpo, se parecía a un morrón. Un morrón rojo, claro, ya que también los hay verdes e incluso amarillos. –Vamos a estar un par de noches. Somos un grupo de quince alumnos más dos profesores y yo que soy el adscripto. Esta noche llega también el director…

-¡Lindazo el lugar pa acampar! –apuntó el criollazo. –buenaza la sombra y la represa cercana, ayuda a que las calores sean más llevaderas…

-¡Nada más cierto, Don Euclides! –apoyó el de las bermudas que había memorizado el nombre del criollo cuando se presentaron. –Aunque he de decirle que nunca había conocido un lago de tierra adentro de agua salada, aunque se, por cierto, que existen… Ahora mismo se están dando un buen chapuzón mientras que a mí me toca cuidar el fuego del fogón que estamos preparando para esta noche y…

-¡¿Ande dice que están los gurises?! –lo interrumpió el del sombrero, no con un gesto de descortesía si no de verdadera preocupación. Le urgía obtener la información mientras ladeaba la cabeza al cielo, buscando el sol y arqueaba la ceja derecha mientras su ojo se abría en señal de sorpresa. –Ya han de ser al meno la siete y media… ¿nadie leeh avisó sobre los baños en el embalse?

 


Antes de que el descendiente de Mac Alerby pudiera responder, unos gritos angustiados se dejaron escuchar en dirección a la represa. El criollazo no se dejó sorprender y como un resorte se puso en movimiento, y antes de que el pelirrojo pudiera decir agua va, el baqueano salto a la grupa de su caballo y espoleándolo en las verijas se lanzó al galope internándose en el bosquecillo que los separaba del embalse… Los gritos seguían, cada vez más desesperados…

Cuando el jinete llegó a la orilla, el espectáculo no podía ser peor: una cantidad de chicos salían del agua aterrorizados al tiempo que dos de ellos eran arrastrados de aquí para allá como muñecos de lana, por alguna misteriosa fuerza de las profundidades… El valeroso gaucho de tierra adentro, no lo dudó ni un instante y volviendo a azuzar a su fiel compañero se metieron al agua, pronto el agua tapaba el lomo del caballo que ahora nadaba con gran soltura mientras Don Eusebio se mantenía sentado en su recado, blandiendo su rebenque al aire y profiriendo todo tipo de gritos y silbidos incomprensibles, como si estuviera arreando ganado. Al acercarse a los muchachos, que agotados ya dejaban de resistirse, comenzó a dirigir su rebenque al agua golpeando fuertemente hasta que uno de ellos quedó liberado. Con gran destreza lo tomó y lo ubicó en la grupa del cuadrúpedo devenido en barcaza. Luego se dirigió hacia la segunda víctima y repitió el mismo proceso hasta liberarlo también. Por alguna razón, la bestia subacuática no atacó al jinete y se limitó a emitir un ahogado y terrorífico chillido. Antes de desaparecer por completo, y mientras Don Eusebio se dirigía a la costa, los demás muchachos, junto con los supervisores y el colorado que ya se había unido al grupo, vieron claramente, y con un terror incontenible, como una mano inconfundiblemente humana emergía del agua y se tensaba en forma de garras intentando agarrar algo que ya estaba fuera de su alcance…

Cuando caballo y cabalgadura alcanzaron la playa, los dos muchachos exhaustos se dejaron caer al suelo, al tiempo que todos corrían a auxiliarlos. El colorado se acercó al jinete y con la cara aún dibujada por el terror, alcanzó a balbucear… -¡Popo… por Dios… Qué fuefué lo que papasó!!!

 

El sol se ocultaba ya en el horizonte lejano…

 

Estaban reunidos alrededor de fuego, que a pesar de ser un círculo se vislumbraba una cabecera imaginaria ocupada por Don Eusebio, ya que todas las miradas estaban puestas en él. Todos se habían secado ya y habían cambiado sus ropas, estaba templado y agradable a pesar de que el ánimo de grupo seguía choqueado por los acontecimientos vividos en el embalse. Necesitaban una explicación racional para entender lo que había sucedido.

 

-¡No siempre existe una explicación que la razón acepte, para todo! –dijo con firmeza el baqueano que por momento parecía transformarse en un filósofo. Un filósofo un poco particular porque hablaba con el cantito criollo tan típico de la campaña, arrastrando algunas letras y comiéndose otras. –El universo es tan complejo e inabarcable que nosotro no tenemo la capacidad de conocerlo y mucho meno de comprenderlo en toda su enorme magnitud. Por eso hay fenómeno que, si bien a nosotro nos parecen sobrenaturales, tienen una explicación natural real pero que está por ahora fuera de nuestro alcance.

-Pero qué fue lo que pasó allí –se animó uno de los muchachos involucrados- para mí fue muy real… yo sentí que era una mano la que me agarraba del pie y me tiraba de un lado al otro.

-Y todos vimos claramente una mano humana emerger del agua… -dijo otro.

-Lo que han vivido hoy ustedes acá, no van a olvidarlo por el resto de sus vidas… así como yo, tampoco lo he hecho. No tengo una explicación para darles, para calmar sus conciencias y apaciguar la imaginación… -dijo. –Pero si sé lo que sucedió hoy, y sé quiénes lo provocaron…

 

La pausa se hizo eterna hasta que uno de los muchachos no aguantó más y casi gritó -¡Cuéntenos… por favor!

-Esta historia comenzó hace más de cincuenta años, el mismo tiempo que tiene de construido este embalse. Yo tenía apenas cinco años y el recuerdo de lo que aquí sucedió me persigue como una garrapata prendida de mis recuerdos, absorbiendo todos aquellos que no se relacionan con esta historia y dejando vivo, cada vez más vivo, este terrible suceso. Ya casi no recuerdo nada de mi niñez, ya casi todos aquellos recuerdos alegres, felices en los cuales me refugiaba de pequeño para no pensar, han sido borrados de mi memoria. Ya casi no me quedan más recuerdos que los relacionados al embalse, ¡maldito embalse…! –hablaba casi para sí mismo. Tomó una botella de vino que uno de los supervisores le acercó e ignorando el vaso que yacía junto a ésta, la empinó en un largo sorbo. El elixir ya era de su propiedad…

-Cuéntenos qué pasó –lo animó a seguir el “cartel de Pare” como también le decían al pelirrojo.

-Cuando se decidió la construcción de un embalse, cuyas razones y oportunidad nunca fueron cuestionados por nadie de la zona, se determinó que el lugar más apropiado era el que actualmente ocupa. Pero el valle estaba ocupado por un pequeño pueblo que se desarrollaba acompañando un arroyo. Para poder llevarlo a cabo las autoridades de la zona prometieron relocalizar a todos y cada uno de los habitantes en un pueblo nuevo ubicado en las cercanías. Todos estuvieron de acuerdo en mudarse a casas nuevas y más confortables. Todos, menos los Pérez…

-¿Su familia vivía en ese pueblo? –preguntó uno de los muchachos aprovechando un nuevo empine del vino.

-Si y no, nosotros vivíamos en las afueras del pueblo. Vengo de una familia de gauchos y no nos gusta vivir en comunidad, así que vivíamos a unos kilómetros del pueblo. Pero como era zona baja e inundable también a nosotros no ofrecieron mudarnos… Nosotros éramos vecinos de los Pérez… Y también a ellos le ofrecieron lo mismo que a los demás. Pero ellos se negaron. Allí tenían su historia, sus recuerdos, sus memorias. Allí habían nacido, los padres, habían nacido los dos hijos y allí habían perecido sus antepasados y yacían enterrados en medio del campo – dijo con la mirada perdida, recordando perfectamente cada detalle, cada palabra de lo sucedido tantos años atrás…

 

Todos los campamentistas estaban absolutamente atrapados por la historia que aún no alcanzaba su punto máximo.

 

-Lo cierto, es que muchos intentaron hacerles cambiar de opinión. Hacerles ver lo mucho que iban a ganar ellos y sus hijos con el cambio, pero ellos seguían negándose… Por pedido de mis padres, incluso yo intenté hablar con sus hijos, que eran amigos míos. Javier y Rosita… La bella Rosita, la más hermosa de las flores… A pesar de mi corta edad siempre supe que estaba prendado de su belleza… -se repuso del único y pequeño momento de paz y ternura que prometía el relato y continuó- pero tampoco me escucharon. Repetían como un disco de pasta rallado, los mismos argumentos que sus padres, e incluso se enojaron ante mi insistencia. Hubo una reunión en el pueblo a la cual no fueron invitados. La intención de las autoridades locales era que todos los habitantes del pueblo accedieran a mudarse y la negativa de uno solo ponía en peligro un proyecto que seguramente traería progreso a la zona. Y como no querían ninguna responsabilidad en el hecho le pasaron el problema a todo el pueblo. Que se decidiera por mayoría… ¡Que los saquen a la fuerza! Me acuerdo que escuché gritar a algunos. Un escribano dijo que no se podía hacer nada, que los Pérez eran dueños de su tierra y que sólo expropiando la tierra se podría seguir adelante, pero eso retrasaría las obras muchos años… Finalmente se votó y salvo el escribano y mis padres, el resto del pueblo acordó que se seguiría adelante, sin importar la férrea determinación de los Pérez en quedarse en sus tierras.

 

Don Eusebio se frotó la garganta y le dio un nuevo beso a la botella, que ya bajaba de la mitad. Luego la miró un momento como diciendo: eres la única que logra aletargar estos terribles recuerdos…

 

-¿Y qué hicieron? ¿Los sacaron a la fuerza? –lo azuzó otro de los muchachos.

-No, no se hizo nada con ellos. Comenzaron las obras para hacer el terraplén y al mismo tiempo las casas para reubicar a la gente del pueblo, pensando que al ver el avance de las obras los Pérez cambiarían de opinión. Pero fue lo contrario y ellos se volvieron cada vez más firmes… Las obras duraron varios meses y en ese tiempo nadie más visitó a los Pérez, pensando que cuando el agua comenzara a crecer ellos dejarían su hogar y sus pertenencias para ir al nuevo y flamante pueblo cercano. Pero una vez que la presa quedó terminada, una vez que se cerró la pasada del arroyo y el agua comenzó a crecer y a crecer, y a crecer, los Pérez no mostraron ni la más mínima intención de dejar su casa. Muchos días pasaron para que el agua de embalse alcanzara los límites del terreno de los Pérez y durante esos días muchos fueron los vecinos que volvieron a intentar convencer a la familia de dejar el lugar, y muchos fueron los que fracasaron. En el pueblo este tema era el más importante, la conversación obligada cuando más de uno se encontraban a charlar. Y cuando el agua llegó hasta la puerta de la casa de los Pérez, todo el pueblo fue hasta allí a intentar hacerles entrar en razón. Sólo pudimos acercarnos a unos trescientos metros de la casa porque el agua no permitía que nos acercáramos más. El agua seguía subiendo inexorablemente… Comenzamos a gritarle: ¡Salgan! ¡Dejen ese lugar! ¡Hay una hermosa casa esperándolos en el pueblo! ¡Por favor! ¡Se van a ahogar! Todo el pueblo se encontraba allí, gritándoles, rogándoles en medio de llantos, que se pusieran a salvo…

-¡Y qué hicieron! –preguntó uno que no se pudo aguantar…

-…en eso se abrió la puerta y el matrimonio con mi amigo y mi amor se dibujaron en el umbral de la puerta –continuó el relato sin dar cabida a la interrupción. –El agua le llegaba ya a la altura de la cintura a mi dulce Rosita. Nos miraron con la cara de odio más atemorizante que jamás ví. Luego el padre habló… Recuerdo cada una de sus palabras como si las hubiera escuchado esta misma mañana. Dijo “Yo maldigo esta presa y todas las bondades que se supone traerá para la zona y sus habitantes. Yo maldigo el agua que invade mi casa y atemoriza a mi familia. Yo maldigo al pueblo malo, a que su belleza sea ignorada y sus caminos olvidados. Los maldigo también a cada uno de ustedes y a sus hijos a tener que vivir aquí por el resto de sus días y a no poder disfrutar de la frescura de este lago. Yo los maldigo a recordar este momento por siempre. ¡Nuestra muerte quedará grabada en sus memorias!” Luego los cuatro extendieron el brazo derecho apuntándonos y mientras abrían sus bocas exageradamente profirieron el grito más aterrador que puedan imaginar. Mi pelo adquirió en ese preciso instante el color que hoy tiene… Un rayo cortó entonces el cielo repentinamente nublado mientras el estruendo del trueno pareció ratificar la maldición evocada. Una fuerte lluvia se desencadenó sobre la zona, la puerta de la casa se cerró violentamente y ya no los vimos más… A causa de la lluvia, el arroyo que alimentaba el embalse se transformó en un caudaloso río y la casa fue sepultada por las aguas, en menos de diez minutos…Pasó más de una hora, bajo la tormenta, para que alguno de nosotros pudiera salir de shock en el cual estábamos y emprender la vuelta a nuestras casas. ¡Ellos son los que habitan las profundidades del embalse! Son ellos los que atrapan a los desprevenidos acampantes, y se los llevan a su casa en el fondo del lago…

 

Los chicos y los supervisores estaban con la boca abierta, no podían creer la historia que ese hombre curtido, que por momentos pareció quebrarse, les había contado. No podían creer que una historia como aquella, hubiera sucedido en realidad, más allá de que creyeran o no, que los espíritus de aquella familia continuase habitando en las profundidades del lago.

 

-¡Entonces…, entonces se ahogaron! –exclamó uno de los muchachos sobrepasado de la emoción.

-Eso es lo que se cree, aunque nunca se pudo saber con certeza… -contestó el gaucho dándole un nuevo sorbo al dulce licor de uva.

-¿Cómo que nunca se supo? –exclamó uno de los supervisores.

-Cuando terminó la tormenta, las autoridades mandaron uno de esos equipos que nadan bajo el agua, ¿vio? Esos que se enfundan en hule y llevan como una botella en la espalda para respirar… Ellos bajaron hasta la casa, y entraron, pero no encontraron ningún cuerpo… ¡Y eso que la casa estaba trancada por dentro y tuvieron que romper la puerta para poder entrar! ¿Y saben que fue lo que más les llamó la atención?

-¡¿Queee?! –saltaron de inmediato todos.

-¡Que la casa estaba intacta! ¡Cosa e mandinga! ¡A pesar de que un río de agua había pasado a través de ella, no había un vidrio roto, ni una alfombra movida, ni una lámpara caída! Como si una extraña fuerza se empecinara por mantener aquella casa incorruptible al paso del tiempo y de los fenómenos naturales...

-¿Y qué pasó después?

-Pasó lo que tenía que pasar… ¡La maldición se cumplió en todos sus términos! Aparentemente, debajo del valle existía un bolsón gigantesco de sal y el peso del agua lo liberó contaminando no solo el embalse, si no también, las napas de agua subterráneas. Ya no se pudo usar el agua para regar los cultivos y lo que en un principio se planteó como una solución resultó ser el causante de la desgracia que se volvió contra todo el valle. El pueblo se fue apagando y cuando algún vecino quería emigrar le iba muy mal, no conseguía trabajo, eran robados y finalmente volvían, no porque aquí encontraran la paz, si no porque no les quedaba otro lugar a dónde ir… Y les puedo asegurar que ninguno pudo olvidar jamás lo que aquí hicimos. Aún hay noches en las que despierto aterrorizado, escuchando aquel grito que decoloró mi cabello a los cinco años…

-¡Qué suerte entonces que tuvimos hoy de escapar con vida! –dijo uno de los muchachos que había sido víctima del espectro.

-¡Mucha suerte! Durante el día no hay problema con los baños, pero cuando comienza a bajar el sol, son los dos hijos quienes salen a buscar víctimas, y creo que, de alguna manera, aún me recuerdan; y fue sólo porque fui yo quién entro a rescatarlos, que ustedes pudieron escapar. Pero en la noche, quién anda buscando su presa es Don Pérez… Él no tiene clemencia, no hay forma de escapar de su abrazo…

Don Eusebio le dio el último beso a la botella, dejándola completamente seca, subió a su caballo y se alejó lentamente. Todos se fueron a dormir y a pesar de las emociones sufridas ese día, de tan agotados que estaban, se dejaron atrapar rápidamente por los suaves brazos del sueño.

 

A eso de las dos de la mañana llegó un auto iluminando las carpas, más nadie dio señales de vida de tan cansados y dormidos que estaban. Del auto se bajó el director. La noche estaba muy templada y la luz de la luna iluminaba a través del bosquecito, la superficie plateada del embalse. Se puso el traje de baño y se dirigió a la orilla. Era una noche soñada para tomar un baño a la luz de la luna…

El grito espeluznante invadió la tranquilidad de la noche, acallando de inmediato cualquier otro sonido de la naturaleza. Mas nadie se percató, nadie lo escuchó, de tan cansados y dormidos que todos estaban…

 

¡Espero que te haya gustado!!!

Si así fue, te agradezco lo compartas en tus redes...

Y si quieres..., sólo si quieres..., puedes seguirme con el botón celeste de arriba, junto a todas las caritas... 

¡Graciaaaaas!!!!

 

 ¡¡¡Basta de Los Andaluins!!!! Sé que muchos están pensando eso… Por eso, en esta entrega, volvemos a la dulzura de los cuentos infantiles… Del libro inédito: Los cuentos de Tita, la hormiga, llega hoy para todos ustedes… ¡Bebo, el directos babosa! (Aplausos!!!) Gracias, gracias… ¿A quién no le pasó una cosa como esta, ¿no?

 

Los cuentos de Tita la hormiga.

capítulo tres  :

Bebo, el director babosa…

 

No saben lo que me pasó el otro día… Estaba llegando tarde a clases, por lo que venía corriendo… ¡Perdón…! soy Tita, la hormiguita… ¿Cómo están? Bueno… como les estaba contando…, estaba llegando tarde a clases por lo que venía corriendo cuando entré al colegio de Villa Bicho, ¡y no me vengo a cruzar con el director Bebo! Y antes de que me retara, le saqué un tema cualquiera, al boleo…, lo primero que se me ocurrió con tal de distraerlo y evitar que me pusiera una amonestación y tuviera que quedarme después de clases… Él siempre hace eso, cuando tiene que castigarte por algo te pone penitencias para después de clases: qué limpia la vitrina de los trofeos, que acomoda los bancos del salón, que junta los papeles del patio… ¡Uffff, qué plomo!

Y yo siempre hago lo mismo, cuando quiero evitar alguna discusión o buscar que alguien se distraiga de lo que venía pensando, ¡zás! Le zampo cualquier tema… Lo que no estoy segura es de lograr siempre mis objetivos y a veces meto un poco la pata… Como en ésta oportunidad que Bebo, el director babosa, se molestó un poco conmigo…

¿Ahhh, no les dije? ¡El director del colegio es una babosa…!

-…dicen que las babosas son caracoles que perdieron su cascarón… -le zampé de una cuando abría la boca para rezongarme y seguramente asignarme mi merecida penitencia.

-… este… ¿qué?... No… ¡Claro que no! ¡Qué disparate es ese? Yo puedo decirte que eso no es cierto… -dijo el Dire reponiéndose de su primer momento de estupor.

-¿Cómo puede estar tán seguro? –pregunté al verle “caer” en mi treta.

-Oye, Tita… ¿ya me has visto? ¡Soy una babosa! ¿No crees que sabría algo como eso?

-Y eso confirma la leyenda… ¡No tienes tu caparazón!

-¿Y no la tengo porque…? –intentó hacerme entender… ¡Pobre!

-¡Porque la perdiste! ¿Cómo pudiste perder algo táááán grande?

-¡Porque nunca la tuve! –dijo perdiendo la paciencia…

-¿Tus padres no te compraron una? –insistí.

-Mis padres no tienen nada que ver con esto…

-¿Entonces te la robaron al nacer? ¡Quién pudo ser tán malvado!

Bebo la babosa miró al cielo fastidiado, como pidiendo ayuda al creador de todos los insectos para poder escapar de aquella discusión sin sentido.

-Pequeña hormiguita… -dijo con toda la paciencia que pudo juntar. –Presta atención a lo que tengo que decirte. Las babosas no tenemos cascarón. Es así de simple. No perdimos, ni prestamos, ni nos robaron nada…

-¡Eso no puede ser…! ¡Si son iguales! –dije con aire convencido. –¿Tienes la piel húmeda?

-Puedes ver que sí…                                     


-Y no tienes patas…

-Eso es evidente…

-Tampoco tienes huesos…

-Nop…

- ¿Y tienes que segregar baba para poder desplazarte suavemente sobre ella?

-Así es… ¿Cómo es que sabes tanto sobre nosotros?

- ¡Es que me encanta Animal Planet…!

 -Eso lo explica… ¿Por qué no puedes ver Bob Esponja como el resto de los niños? ¿Y a dónde quieres llegar con todo esto?

-A que eres idéntico al Caracol. Por lo tanto tiene que haber un caparazón libre por allí esperándote…

- ¡Por Clom, dios inventor de las antenas… Sí que eres insistente! Y dime, pequeña sabelotoda… ¿No notas ninguna diferencia entre nosotros? -dijo señalando sus ojos (no me pregunten cómo hizo para señalárselos ya que no tiene ni una sola extremidad, pero lo hizo. Nosotros los insectos sabemos entendernos)

- ¡Oh, los ojos! ¿Qué pasa con ellos? Son igualitos a los de los caracoles, Dire…

- ¡Cómo que igualitos! –dijo levantando la voz ya casi fuera de sí- ¡Los ojos de los Caracoles son más largos, saltones y extensibles!

- ¡Oh, pero ellos han desarrollado ojos más largos justamente por eso! Si tú tuvieras tu cascarón también los tendrías más largos… -dije sin ver demasiado la diferencia, para mí los ojos de los caracoles y de las babosas son idénticos, o nunca me fijé demasiado en ellos. Prometo hacerlo…

-¿Pero qué estás diciendo?  ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?

-¿De qué otra forma podría el Caracol mirar hacia atrás con esa casa que lleva sobre sus espaldas, sin tener esos ojos bien largos? Porque yo no he visto que lleven espejos retrovisores…

-¿Sabes qué? –dijo la Bebo el director. –Tienes razón… Las babosas y los caracoles somos la misma cosa.

-Entonces tienes que ir en busca de tu casa… no querrás ser un paria por el resto de tu vida…

 

El Dire siguió su camino bufando de la impotencia mientras murmuraba: ¡No intentes discutir con un necio!! Jamás reconocerá cuando está equivocado, e intentará convencerte a toda costa, que tiene razón… Hay mejores cosas para hacer que enfrascarse en discusiones vanas.

Y yo me libré de mi penitencia… ¡Esta vez sí que me sirvió mi estrategia…!

 

¡Espero que te haya gustado!!!

Si así fue, te agradezco lo compartas en tus redes...

Y si quieres..., sólo si quieres..., puedes seguirme con el botón celeste de arriba, junto a todas las caritas... 

¡Graciaaaaas!!!!



La Pirámide primordial encontrada en una luna del sistema Quam, del quinto libro de Los Andaluins.
La saga de Los Andaluins en www.losandaluins.wixsite/saga.com


 

 

¡AL FIN LLEGÓ…!!!  ¡LO QUE TODOS ESTABAN ESPERANDO!!!  Bueno… todos, lo que se dice todos…  ¡Pero algunos…!  Bueno, cuando uno dice algunos, en realidad…    ¡Gracias Joaquín por pedirme algo inédito de los Andaluins!!!   

Y porque me gusta complacer a los millooooones de seguidores de la saga, hoy les presento algo absolutamente único, algo que salvo yo, nadie más ha leído: un capítulo del sexto libro de la saga… UN LIBRO INÉDITO… Sólo para los fieles lectores de “Mis Obras al Mundo”    ¡Espero que les guste!!

 

Saga de Los Andaluins

Sexto libro: ¡La reencarnación!

Cap. 2.- Los sueños

 

Abrió los ojos lentamente, la cabeza le daba vueltas y la confusión nublaba su vista. Tenía la boca seca y los labios cuarteados. Su lengua parecía un papel de lija que raspaba el paladar en busca de un poco de humedad. Intentó moverse, pero no pudo hacerlo, sus manos estaban amarradas y también sus tobillos. Estaba tendida sobre una mesa fría y dura, de metal pulido. Una bata blanca cubría su cuerpo, y su cabello de oro enrulado, yacía desordenado sobre la superficie completamente lisa.

De pronto, una intensa luz la obligó a cerrar nuevamente sus ojos, deslumbrándola y poblando su cabeza de infinitas puntadas de fuego. A pesar de no ver nada, siente que alguien más ha entrado en la habitación. Hace un esfuerzo sobrehumano para abrir nuevamente los ojos, mientras obliga a su mente a funcionar al máximo. Está atada e indefensa, prisionera, pero no tiene la más mínima idea de dónde está, ni en manos de quién… Lo último que recuerda es que se encontraban en Quamópolis, capital de Quam en el planeta Quamtum, saliendo del Templo Sobresaliente, cuando fueron atacados. Aún guarda en sus retinas las imágenes de sus dos queridos hermanos, y de Billven, su ángel guardián, enfrentando con valor a los atacantes que los superaban en número. Sin embargo, gracias a los fantásticos poderes que todos poseen, los atacantes iban siendo diezmados, paulatinamente. Sus propios poderes no le permiten entrar en batalla. A diferencia de sus hermanos, ella ha desarrollado poderes relacionados con el amor, con la vida…, su misma naturaleza rechaza todo tipo de violencia. Su instinto de protección hacia sus seres queridos la impulsa, sin embargo, a intervenir. En su impotencia intenta agarrar el arma de uno de sus atacantes caídos cuando…

Hasta allí llegan sus recuerdos, después, un gran vacío. ¿La han atrapado? ¿Ha caído en manos de sus atacantes? ¿Qué les habrá pasado a sus hermanos y a su protector? ¿Habrán caído ellos también prisioneros? ¿Estarán bien? ¡Qué angustia no saber qué ha pasado con ellos!

-Veo que has despertado… -siente que alguien dice. En la posición que está no puede verlo, pero está en dirección de su cabeza. Las imágenes comienzan a volverse más nítidas y con horror descubre que la fuente de luz tan intensa proviene de una luminaria típica de las salas de operaciones… ¡Está sobre una mesa de operaciones!

- ¡¿Quién es usted?! ¿Qué quieren de mí? ¿Dónde están mis hermanos? –preguntó intentando guardar la calma, aunque el miedo la había invadido.

-No soy yo quién para decírtelo –contestó –pero el maestro ya ha sido avisado de tu presencia y viene en camino.

-Maestro, ¿quién es tu maestro? –insistió intentando conseguir algo de información.

-Ya vas a conocerlo…, aunque yo no estaría tan impaciente por hacerlo…

En eso la puerta se abrió y un extraño personaje ingresó a la sala. Se acercó a camilla de la muchacha y Lucía pudo verlo perfectamente. Era un ser que ya había visto antes: un sacerdote Sobresaliente. Era alto y llevaba puesta la larga túnica que cubría a estos personajes por completo. De color gris apagado, profusamente labrada con símbolos que ella no alcanzaba a comprender, la túnica, enfundaba a éstos seres pertenecientes a una de las castas más poderosa e influyente de todo el sistema Aguilar, casi de pies a cabeza. Sus manos, quizás la única parte del cuerpo que sobresalía de la prenda, estaba sin embargo cubiertas por unos guantes de una especie de látex grueso y de color negro.

Como todos, éste también ocultaba su rostro detrás de un extraño yelmo que sólo presentaba dos aberturas: una larga y fina en posición horizontal a la altura de los ojos y otra vertical de iguales dimensiones que dividía el yelmo en dos. Esta extraña pieza que según les habían dicho, jamás se quitaban (en público al menos) también estaba profusamente grabada. Era metálica, de color gris y deformaba la voz de quién la portaba, generándole un eco y un silbido muy tenebroso. En la parte superior del inusual casco, a la altura de la frente, una especie de corona con tres astas, dos a los costados y la restante emergiendo de la parte posterior, caladas y en punta, se elevaban cual cuernos letales dándole un aspecto muy impactante. En la parte frontal de esta corona había tres extraños símbolos grabados y los chicos sospechaban que el calado de los “cuernos” respondía también a un sistema interno de categorización.

A través de la mirilla del yelmo, Lucía alcanzó a ver los ojos ladinos y por momentos desquiciados, del Sobresaliente que la miraban con interés… Eran como dos bolas inyectadas en sangre con una raja verde al medio.

- ¡Esto es fantástico! ¡Un descendiente de los guardianes del recinto en mi mesa de trabajo…! ¡Al fin…! Hemos esperado mucho por este momento –dijo con su voz de metal en un idioma que Luli había aprendido tan solo unas horas atrás.

- ¿Qué…, ¿qué quieren de mí?  –preguntó la muchacha muy asustada.

- ¡Todo! ¡Lo quiero todo! ¡Tus ojos, tu pelo, tu sangre…! Jajajajajajaja… -rió y la máscara multiplicó el sonido haciéndolo ensordecedor. Mientras sus carcajadas se apoderaban del lugar bloqueando sensorialmente a la prisionera, el investido accionó el interruptor de un comando que colgaba a su lado.

Entonces la muchacha vio, impotente y aterrorizada, como un artefacto plagado de agujas, cuchillas y serruchos, bajaba del techo entrando en acción mientras se acercaba cada vez más… Paralizada por el miedo, recién cuando una de las agujas pinchó uno de sus ojos, dejó escapar un aullido de terror.

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh –gritó mientras se incorporaba tapándose ambos ojos con las manos.

- ¡Luli, estás bien! –le preguntó Brawnie el pequeño conejo que rescatara con sus hermanos en la Sierras de las Animas, hace ya algunos años, y que podía comunicarse con los chicos. - ¿Otra vez ese espantoso sueño?

La muchacha desesperada miró alrededor en busca de sus torturadores, pero no había nadie allí, se encontraba en su habitación de la vieja y segura casona de “El Prado”, tendida sobre su mullida cama, a los pies de la cual, un simpático conejo enano la miraba preocupado con grandes ojos café.

- ¡Maldición, que sueño más horrible! ¡Y fue tan vívido…!

Lucía no podía evitarlo, pero después de cada una de sus aventuras, quedaba tan impactada con los sucesos vividos, que volvía a revivirlos en sueños durante algunos meses, luego de que la calma les daba un respiro a los tres hermanos, de sus obligaciones como guerreros Andaluins. Ya quisiera ella tener el temple de Tomi o la desfachatez de Santi, quienes lograban deshacerse de la enorme carga emocional que cada aventura significaba y estaban prontos, casi inmediatamente, para enfrentar nuevas aventuras.

Si Tomás era el responsable del grupo, la cabeza, y Santiago era el espíritu, Luli sin dudas, era el corazón, y el corazón siempre sufre…

Se volvió a recostar evocando mentalmente la catarata de eventos que se habían desarrollando hacía apenas unas semanas atrás, cuando los Talismanes, regalo de su abuelo y símbolo de la incorporación de los chicos a la categoría Andaluins, en el Universo de las Siete Dimensiones, fueran robados. Belnaster a través de sus sicarios, había planeado dominar el tiempo. Para eso, habían logrado ubicar el lugar exacto donde el Gra Ädor había escondido el GAT (gran artefacto del tiempo), el mecanismo que regía el tiempo en todo el universo, antes de la “Gran División” Para hacerlo funcionar necesitaban una llave muy particular… Resulta que cuando el Creador, decidió deshabilitar el GAT, entregó la llave que hacía funcionar al increíble artefacto, a los mejores artesanos metalúrgicos del universo, con el encargo de que la dividieran en siete partes iguales, con las que crearon los siete Talismanes Sagrados. Estos siete Talismanes fueron repartidos. Cinco de ellos a los Regentes de las cinco grandes razas primordiales: animal, vegetal, mineral, inorgánica y química. El sexto Talismán fue entregado a Roggnar, el primer Andaluin de la historia (antepasado directo de los chicos), aquel que fuera el guardián del Recinto Original. Y el último quedó en poder de quienes tuvieron la difícil tarea de construirlos: los enanos mineros de Bromodia. Todos habían jurado que cuando la paz volviera a reinar en el universo, se reunirían los siete talismanes para volver a formar “la gran llave” y así hacer funcionar el GAT nuevamente consiguiendo que el universo, separado en las siete dimensiones, volviera a ser uno otra vez.

El tiempo fue pasando, y el sueño de una paz universal, cada vez más lejano. Los talismanes fueron pasando de mano en mano y aquella promesa se fue olvidando hasta perderse en los profundos confines del tiempo. También la ubicación del Gran Artefacto del Tiempo quedó olvidada por el paso de los siglos. Finalmente, el enemigo no sólo había conseguido reunir todos los talismanes otra vez, si no que, además, había logrado descubrir la ubicación secreta del GAT y estaba dispuesto a utilizarlo para unir nuevamente las siete dimensiones en una sola llevando el caos y la destrucción a cada rincón del universo…

En este catastrófico escenario, las fuerzas del bien al mando del General Valiente, pusieron todas sus energías en intentar recuperar los talismanes y al mismo tiempo encontrar la ubicación del GAT, para evitar que las fuerzas de Belnaster lograsen su objetivo. Los chicos fueron hechos a un lado injustificadamente, pero lejos de desanimarlos, con más ímpetu que nunca, llevaron adelante sus
propias investigaciones y eso los envolvió en una vorágine de eventos encadenados, a cuál más vertiginoso: así viajaron al pasado, utilizando una de las cuevas temporales del increíble “Recinto de las Mil Cuevas”, a la Prisión Cerrojal, y contra toda lógica, lograron concretar la primer fuga en la historia de esa cárcel. Viajaron por el espacio, a distancias tan lejanas, que la mente apenas alcanza a comprender, gracias a la ayuda de una serie de “agujeros negros”, que les permitieron tomar ciertos atajos espacio-temporales que volvieron posible lo que de otra forma no lo sería. Así pasaron por el Planeta Bromodia, hogar de los más grandes escultores de todo el universo, liberándolos de dos monstruosos custodios que los mantenían prisioneros. Luego prosiguieron su viaje intergaláctico hacia a Quantum donde se vieron envueltos en una verdadera conspiración, alimentada por las fuerzas del mal a través de “Los Sobresalientes”. Esta casta de sacerdotes impíos que representaban el saber en ese lejano sistema solar, buscaba derrocar a la reina Alalaquam y poner en su lugar a su hijo Hemerocuo. Lograron rescatar a la reina de manos de los insurgentes, fugar del planeta y ponerla a salvo en el planeta Najnull, donde recibió asilo político y desde donde está organizando la recuperación del poder, con sus aliados. Además, escaparon a duras penas de ser engullidos por unas voraces medusas espaciales en los anillos de Saturno y cuando finalmente descubrieron el recinto secreto donde estaba escondido el GAT, tuvieron que enfrentarse solos a los esbirros del mal y evitar que el caos finalmente reinara en todo el universo.

Cuando éstos pensamientos la invadían, ya sea durmiendo o despierta, Luli tenía su propia forma de exorcizarlos y evitar que la desazón y la impotencia la invadieran. Lo que hacía era concentrarse en lo bueno, lo positivo que éstas aventuras también le dejaban: el conocer lugares increíbles y personajes alucinantes como lo mineros de Bromodia, tan cálidos y a su manera, tiernos. O la Reina Alalaquam, tan fina y elegante. En los nuevos amigos que iban haciendo a lo largo de universo, como Zummy, la niña del “Pueblo de las arenas” y sus increíbles barcos voladores, o el pequeño Mülls, que aunque le daba un poco de asquito, igual le resultaba muy simpático. Los resultados de sus aventuras también le traían cierta satisfacción… El haber salvado al Mülls de su miserable vida, y quizás ejecución, en la prisión Cerrojal realmente la hacía sentir satisfecha. ¡Y ni hablar con haber salvado al universo todo del caos, una vez más! A veces pensaba en que, si ellos no hicieran su parte, quizás la historia se estuviera escribiendo de otra forma y tal vez la tinta utilizada, fuera la sangre… Eso la animaba a seguir adelante sin desfallecer y fortalecía su espíritu de lucha y su compromiso por buscar siempre la verdad y la justicia.

Además, esta última aventura donde habían literalmente humillado a sus mayores y todos sus fantásticos recursos, había enaltecido la imagen de los tres hermanos frente a sus pares, y ya nadie en todo el universo de la “Verdad Verdadera”, se atrevía siquiera a poner en duda sus tremendos logros y sus capacidades innatas. Después de lo sucedido con el general Viktor Valiente, ni el más aguerrido de los guerreros Armadokhan, se atrevería a discutir el carácter alcanzado por los tres nóveles Andaluins. Incluso grandes personajes como Hummin, había destacado públicamente la importancia de contar con el invaluable aporte de los tres muchachos, y les había otorgado el derecho irrevocable de poder participar de todas las reuniones que se hicieran en el “Gran Salón Heptagonal” Esto sin duda había llenado de orgullo a sus abuelos y a ellos mismos. Los tres hermanos estaban realmente muy exaltados por este logro y Luli fue la única que había logrado mantener la mente fría y no dejarse llevar por el triunfo… Sus dos queridos hermanos, iban de aquí para allá diciendo lo buenos que eran, lo poderosos que se habían vuelto y todo lo que el universo les debía… ¡Que se merecían al menos que alguna calle de alguna ciudad llevara sus nombres…! ¡O que una estatua que los representara fuera colocada en alguna plaza destacando los logros realizados! Santiago, incluso, reclamaba que algún plato de comida, creado por algún chef de trascendencia internacional, tendría que llevar su nombre… Por ejemplo: “lomo a la Cantachá” o tal vez un “arroyado de pollo con salsa Chantastú”…  ¡Uyyy, podían volverse tan pesados con este tema!, pensaba a menudo la muchacha.

 

¡Espero que te haya gustado!!!

Si así fue, te agradezco lo compartas en tus redes...

Y si quieres..., sólo si quieres..., puedes seguirme con el botón celeste de arriba, junto a todas las caritas... 

¡Graciaaaaas!!!!